jueves, 21 de junio de 2012

Y los que nos precedieron


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Para los asiáticos, y en particular para mí, que soy vietnamita, el recuerdo de nuestros antepasados tiene un gran valor. Según nuestra cultura, guardamos con piedad y devoción en el altar doméstico el libro de nuestra genealogía familiar. Yo mismo conozco los nombres de 14 generaciones de mis antepasados, desde 1698, cuando mi familia recibió el santo bautismo. A través de la genealogía nos damos cuenta de que pertenecemos a una historia que es más grande que nosotros. Y captamos con mayor verdad el sentido de nuestra propia historia.
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De Testigos de esperanza, del Cardenal François-Xavier Nguyen van Thuan. Editorial Ciudad Nueva.

viernes, 15 de junio de 2012

Cadenas de mando


Hoy me he puesto a reflexionar sobre un asunto. Antes que nada, quiero dejar claro que no pretendo referirme a los responsables de la situación española actual o de cualquier financiero altamente influyente sobre el que cargar un marrón. Creo que ya leo demasiado de eso.

De lo que quiero hablar es sobre un asunto de la vida diaria. En cualquier lugar de trabajo, ya sea el mismo gobierno de la nación o un pequeño comercio, suelen haber jefes y empleados. Los empleados están en varias categorías, desde el que tiene menos responsabilidad hasta el jefe, que tiene la máxima.

El otro día me comentaba un amigo que su hijo corre el riesgo de quedarse en el paro. La situación es la que cuento a continuación.

Este chico de 45 años se encarga de las mercancías que llegan al enorme almacén sean distribuidas y ordenadas eficientemente. Su cometido es, básicamente, que todo pueda encontrarse cuando se necesita y, si se da el caos, facilitar la salida de materiales que no se hayan podido vender y dejar espacio a los nuevos. A su cargo están los que descargan, los que controlan la calidad, los transportistas, los de inventario... Él tiene bastante con lograr que todas esas personas funcionen de manera ordenada y el de arreglar cualquier problema lo antes posible.

Hace una semana, abriendo unos paquetes, descubrieron que los productos estaban en mal estado. En otras palabras, les habían dado gato por liebre, y el proveedor se lavaba las manos pues la entrega firmaba como "conforme". Todo esto debido a que un elemento del equipo de control de calidad decidió no comprobar lo que le habían traído y darlo por bueno, provoncando una pérdida importante para los jefes.

Ahora, ese irresponsable le echa la culpa a su jefe de 45 años con tres hijos a los que mantener. Y aquí me hago el planteamiento: ¿cuánta responsabilidad tiene este chico al que voy a llamar Alfredo?

En muchas ocasiones, cuando alguien mete la pata por eludir sus obligaciones, se tiende a responsabilizar al que está más alto en la cadena de mando y no es invulnerable. Sin embargo, considero ésto un error. Las culpas no deben subir escalones, sino pararse en el auténtico responsable. 

Si el señor Carlos de calidad no tuvo la decencia de hacer su trabajo cuando debía, es su culpa, pues su rol es asegurarse de que las mercancías llegan en buen estado y pasarle el parte a Alfredo. Alfredo no puede mirar todas las entradas pues no es su cometido, lo delega en Carlos, y debe fiarse de él.

En este caso, Carlos es un canalla y otros buitres que aspiran al puesto de Alfredo parecen haber encontrado su filón para ascender con mala saña.

En fin, espero que esta situación acabe felizmente: que el responsable verdadero acate su responsabilidad y se deje de tonterías. Su intención de escurrir el bulto y la presencia de personajes sin escrúpulos (en todas partes hay) están provocando que un inocente, al menos a mis ojos, pierda su sustento por culpa de otro.

Un saludo a todos.