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Para los asiáticos, y en particular para mí, que soy vietnamita, el recuerdo de nuestros antepasados tiene un gran valor. Según nuestra cultura, guardamos con piedad y devoción en el altar doméstico el libro de nuestra genealogía familiar. Yo mismo conozco los nombres de 14 generaciones de mis antepasados, desde 1698, cuando mi familia recibió el santo bautismo. A través de la genealogía nos damos cuenta de que pertenecemos a una historia que es más grande que nosotros. Y captamos con mayor verdad el sentido de nuestra propia historia.
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De Testigos de esperanza, del Cardenal François-Xavier Nguyen van Thuan. Editorial Ciudad Nueva.
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