Brazo protésico myoeléctrico de la Marina de los Estados Unidos
El otro día, en concreto el pasado sábado, comentaba con un viejo amigo la de saltos tecnológicos que ha dado el Ser Humano en las últimas decadas. Algunos para bien a otros para mal. Repasamos una gran cantidad de inventos y decisiones que han marcado el mundo tal y como es hoy.
Sin embargo lo que mejor recuerdo de la conversación fue una sencilla pregunta: ¿qué esperas que vean nuestros hijos y nietos? No tengo hijos ni nietos, pero me permití soñar y llegué a tres deseos que veo realizables. Allá van.
En primer lugar pienso que los que vivan hasta dentro de 40 años verán a los chiquillos que vayan al colegio con tablets en lugar de mochilas cargadas de libros. La lectura será digital totalemente con el consecuente ahorro de árboles y la disminución de taras lumbares entre los pequeños.
La segunda vino acerca de las prótesis. Quizás peque de ambicioso en esta, pero no puedo menos que imaginar que está a la vuelta de tres décadas más o menos: prótesis robóticas conectadas a nuestros nervios. Me explico. Si una persona pierde un brazo no deberá cargar el resto de su vida con un sucedáneo de plástico. No. Será una pieza asombrosa, unida quirúrjicamente a sus nervios y podrá controlarla con la mente como si de cualquier otra parte del cuerpo se tratase.
Y por último, pero no menos importante, la más arriesgada: cero accidente de coche. ¿Por qué? Me imagino que con el tiempo, el coche eléctrico se acabará imponiendo, o como mínimo con combustibles poco contaminates como el hidrógeno. Estos coches irán sobre raíles y un ordenador de a bordo dirigirá el vehículo automáticamente a su destino, prediciendo además los posibles atascos para desahogar de este modo las vias.
Lo hemos visto en algunas películas futuristas. Yo espero que los veintiañeros de ahora consigan disfrutarlo. Ahí va mi dosis de optimismo de hoy.